A mi modo de ver, y sustentada en los estudiosos del tema, las experiencias de violencia se inician a temprana edad, en pleno proceso de formación. Aprendemos primero y luego enseñamos lo recibido de nuestros cuidadores. Lo más frecuente es que sean los padres y madres quienes ejecutan esta labor, teniendo más o menos herramientas para hacerlo, ellos también repiten lo que aprendieron de sus adultos significativos, creando así una cadena transgeneracional.
Vemos violencia en los estadios, lugares de esparcimiento y deporte, violencia en los colegios, violencia de género, sexual, verbal, doméstica, económica, etc. ¿Qué hacemos como sociedad? Penalizamos. Cada vez la responsabilidad penal tiende a ser a una edad más temprana en las y los niños infractores de ley.
Esta es una medida reactiva y se requieren medidas preventivas, que den cuenta de la complejidad del problema y muestren efectos positivos en el largo plazo. Si bien estas medidas son difíciles de implementar, como sociedad tenemos que movilizarnos y caminar en esa dirección
Urge el buen trato con las niñas, niños y adolescentes. Una persona amada, protegida, escuchada, con derecho a equivocarse, con límites claros, estará capacitada de mejores recursos y habilidades para amarse a sí misma y entregar cuidado y respeto a los demás.
El amor contribuye a reparar las heridas emocionales de la infancia que, sin verlas y atenderlas, entrampan nuestro bienestar, causando algunas veces estragos personales, familiares y sociales.
Tratemos de hacer más gestos amables y menos sancionadores. Partamos por casa, partamos con nosotros mismos, a través del buen trato, el respeto, la empatía, para luego replicarlo con nuestras niñas, niños y adolescentes. Es importante avanzar en mejorar nuestros niveles de violencia tanto en el ámbito personal como en el colectivo.
Es necesario dar el primer paso hoy. Si un padre o madre, por alguna razón, se encuentran imposibilitados de darlo, ¿Cómo darías tú ese primer paso por los padres y madres que no pueden?