+569 88034461 info@cenfa.cl

Por: Fabiola Hott

 

La terapia implica una conversación consigo mismo y con los demás. Puede ser terapia individual, de pareja o de familia. Bajo cualquier circunstancia, surge un encuentro. También lo es con los terapeutas.

Estar en terapia es tener la posibilidad de nutrir esperanza: hay que mover, hay que desenmarañar, hay que limpiar para poder distinguir.

Es un trabajo que se va construyendo de a poco, se van trenzando preguntas y saberes, experiencias y emociones, respuestas y reflexiones. No hay magia, debe existir voluntad y esfuerzo. En terapia estamos llamados a soltar nuestra percepción como única, pues es indispensable ampliar la propia mirada con la de otros.

También es necesario despedir la certidumbre para ir al encuentro de una nueva forma de hacer.

Es ir de a poco diluyendo el sufrimiento, permeando en cada conversación, reformulando, cuestionando, reorganizando; y aceptando experiencias que se han mantenido negadas.

Este lugar de encuentro se basa en la profundidad, en el respeto y en la confidencialidad. Siempre debe ser un lugar cuidado, seguro, en que la acogida sea la puerta de entrada. Es un lugar íntimo con nosotros mismos, donde nos podemos permitir mostrar nuestra fragilidad, nuestros miedos no confesados, la angustia o la confusión; o simplemente querer vivir de una manera mejor.

Estar en terapia es vivir algo nuevo, un velo que cae, un trozo pesado que se desprende, una luz tenue, una llama que resplandece, un acercamiento al infinito.

Se puede encontrar la oportunidad de romper ataduras traspasando límites propios, en que el empoderamiento va de la mano con la propia autoría. Ya no más ser observador, si no por el contrario, asumir la responsabilidad de lo que se dice y se hace; dejando de culpar. Haciéndose cargo de lo propio, de eso único que está a nuestro alcance. Nuestra propia transformación continua.

Que ese encuentro único con lo propio lleve al autoconocimiento, a la reflexión y, por ende, a la acción. Donde se vislumbre un nuevo camino que invite a ser transitado, que imante a querer volver a lo íntimo, a ese conversar consigo mismo. A esa nueva pregunta, a ese disfrute de salir de los entrampes, solo y en colaboración.