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Por: Marcela Ávila

 

 

La experiencia del duelo es universal. Todas las personas a largo de su vida están enfrentadas a diferentes tipos de pérdidas. Una de las pérdidas más difíciles de sobrellevar se relaciona con la muerte de un ser querido. Es una de las experiencias más devastadoras y uno de los mayores retos a los que se enfrenta el ser humano. Se pone a prueba su capacidad de superar el dolor y de adaptación a su nueva realidad.

El duelo es una experiencia subjetiva. La intensidad de la situación transcurre en un tiempo infinito donde el mundo pareciera detenerse, donde no se puede explicar ni gestionar lo ocurrido. Es por este motivo que algunas personas recurren a una ayuda externa que los apoye emocionalmente durante el proceso de duelo. Verbalizar y compartir la experiencia permite enfrentar y aceptar la pérdida, lo cual es esencial para una buena salud física y mental.

El rol del acompañante es fundamental para que el duelo sea sanador. Permanecerá al lado del que sufre, acogiendo su dolor. Validará que es natural que sienta tristeza, rabia, negación, ansiedad, confusión, miedo, culpa, inapetencia. Facilitará hablar de la pérdida para que no quede la sensación de no merecimiento en la vida. Más que olvidar al ser amado, es ponerlo en un lugar muy importante del corazón donde siempre estará presente. Esto se puede procesar con algún rito que permita conectar el mundo invisible con lo visible, por ejemplo, plantar un árbol con el nombre de la persona ausente, escribir una carta de despedida u otro acto significativo.

La persona a cargo de acompañar debe hacerlo desde el corazón. Entender el proceso doloroso que está viviendo un otro, que este dolor varía de intensidad y tiempo entre una persona y otra. Que el dolor tiene una directa relación con el ciclo vital de la persona afectada, que éste puede variar según las circunstancias que rodearon la muerte, además de considerar las redes sociales y familiares que acompañan al doliente.

¿Cuándo se completa la tarea de duelo? Cuando la persona es capaz de mirarse a sí mismo, cuando comienza a mirar a los otros, cuando persigue nuevas metas y comparte su dolor con personas que han vivido la misma experiencia. Cada duelo es único y cada persona tiene su tiempo para elaborarlo.