Por: Karem Hernández
Testimonio de una vivencia terapéutica.
Siempre he pensado que la mente es muy poderosa. Como alguien que ha vivido en primera persona un proceso terapéutico y experimentado el resultado transformador y liberador de él, logro ver su gran poder de sanación si es bien guiado.
Soy de esas personas que cada vez que puede recomienda terapia, pero también sé lo difícil que es tomar la decisión de pedir ayuda y de dejarse acompañar por un terapeuta. En los últimos años los problemas de salud mental han tenido más visibilidad. Sin embargo, como sociedad todavía nos falta derribar la gran cantidad de mitos y estigmas que rondan en torno a este proceso.
A esto se suma los temores que cada uno pueda tener sobre lo que significa tomar este camino. Personalmente, cuando me empezó a rondar la idea estaba en un estado de intranquilidad absoluta y sentía que mi vida estaba estancada por completo. Hasta que un día- sobrepasada por lo que estaba viviendo- tomé la decisión de llamar a CENFA y pedir hora para comenzar con una terapia psicológica.
El primer contacto fue con la secretaria de la institución. Cuando me respondió, sentí que la persona que estaba al otro lado del teléfono podía empatizar con mi desesperación. Rápidamente, me dio una hora para iniciar una terapia psicológica. Asistía una vez a la semana, durante la mañana. Junto a la psicóloga -quien sigue siendo mi terapeuta generamos un lazo único que me dio la confianza necesaria para poder mirar de frente mis inseguridades y miedos más profundos. Visualizamos un conjunto de herramientas que me ayudaron y ayudarán a distinguir que no todo es blanco o negro, sino que hay una infinidad de matices entre ambos.
Quizás para algunos el año que acaba de terminar fue difícil. Quise tomarme este espacio para escribirle a todo aquel que me quiera leer. Muchas veces pensamos que no podremos salir del pozo sin fondo en el que nos encontramos, tratamos de buscar soluciones, pero nos hundimos más sin ver una salida. Piensa en ti. Eres una persona valiosa que se merece pedir y recibir ayuda, poder ver la vida bajo la luz de otro cristal que ilumine los momentos buenos que tu mente ha decidido nublar para hacerte creer que no eres merecedor de ellos.