Por: Lorena Koppmann
Tal como comenté en mi columna anterior, la relación con nuestro cuerpo es un aspecto relevante en el bienestar de nuestras vidas. Hay muchas aristas que se desprenden de esta temática. Una de ellas es la evaluación que otros hacen de nosotros y la expresión de ésta en comentarios y críticas a nuestra imagen corporal.
«Parece que lo pasaste bien, ¿estás más gordito?» «Qué bien te queda eso, te ves muy flaca» «No te puedes poner eso porque se te ven las piernas cortas», es el tipo de comentarios que, hombres y mujeres, estamos acostumbrados a escuchar, de familiares, amigos y pareja. Los aceptamos casi como una verdad absoluta sin tomar conciencia del gran problema de límites que ahí está implícito.
Estamos tan insertos en la cultura de la imagen y de las dietas que hemos perdido la capacidad de discernir cuándo y cuánto estamos dispuestos a escuchar una «opinión» de quienes nos rodean sobre nuestro cuerpo. No es a ellos a quienes les corresponde evaluarnos, menos si no lo hemos pedido; sin embargo, la cultura en la que estamos inmersos nos ha llevado a creer que debemos aceptar este juicio casi como un comentario constructivo para guiarnos o reforzar el camino en el que actualmente nos encontramos.
Es cierto que esto no ocurre con una intención específica de aquel que emite dicho comentario, pero sin duda agrede, traspasa límites y genera un impacto en el otro que le hace subentender que hay estándares respecto de los cuales hay que ajustarse para ser bien evaluado. Esta forma de relacionarnos la vamos internalizando desde la más temprana infancia.
Empezar a reflexionar acerca de las observaciones que hacemos con otros frente al tema y pensar en las frases concretas que podemos utilizar para dejar claro que no queremos opiniones que no solicitamos, es una buena estrategia para comenzar a cuidarnos y a educarnos entre todos. De esta forma contribuir a mejorar la relación con nuestra imagen corporal, pero sobre todo a modificar esta tendencia en las generaciones venideras de manera de instalar el respeto por quienes somos en nuestra individualidad y no en estándares impuestos por otros.